El amor no ha olvidado a nadie de Gary Renard

El amor no ha olvidado a nadie de Gary Renard

A finales del año 2006 estaba casado y vivía en Maine. A finales del año 2007 estaba divorciado y vivía en California. 2006 había sido el año más turbulento de mi vida, pero no tenía ni idea de que 2007 lo sobrepasaría. Lo cierto es que ni siquiera pensaba que eso fuera posible.

La última vez que había visto a mis queridos profesores, los maestros ascendidos Arten y Pursah, que se aparecieron ante mí como un hombre y una mujer, había sido en agosto de 2005. Me visitaron en once ocasiones a lo largo de veinte meses a fin de darme su parte del material para nuestro segundo libro, Tu realidad inmortal: cómo romper el ciclo de nacimiento y muerte. (Yo puse la narración y las notas, y mantuve la parte que me tocaba de las conversaciones lo mejor que pude). Hacia el final de su última visita, les pregunté si volvería a verlos. Su respuesta me tomó por sorpresa: «Dentro de un año, piensa si el tipo de vida que estás viviendo es realmente la que quieres. ¿Quieres seguir siendo un autor?».

Ellos sabían algo que yo ignoraba. El año y medio siguiente iba a ser muy duro. En medio de los viajes y de un programa de conferencias y cursos que habrían sido una severa prueba para cualquiera, y mientras intentaba hacer todo el trabajo propio de un autor en activo, me convertí en la diana de una vendetta: una campaña celosa, personal y organizada por supuestos maestros espirituales que se juntaron para intentar destruir mi ministerio.

Uno de ellos era un hombre a quien consideraba mi amigo y a quien había hecho numerosos favores. Me dolió mucho y fue una de las mayores lecciones de perdón de mi vida. Tardé varios meses en resolver esta situación. Por suerte para mí, los esfuerzos de estos pocos individuos fracasaron, quizá porque lo que hacían era opuesto a los principios espirituales que supuestamente representaban. A la gente no le gusta la hipocresía. Estos maestros hablaban de amor, pero sabían como uvas amargas.

En cuanto a mí, simplemente era mi conocido yo imperfecto. Me había acercado tanto al público que la gente sentía que me conocía. Siempre me había presentado como un simple ser humano. Tanto mi personalidad como mi historia seguían siendo consistentes y no había transigido, a pesar de años de escrutinio despiadado. No había pruebas para sustentar el odio dirigido contra mí, solo opiniones. Se demostró que eran opiniones minoritarias. A fin de cuentas, la mayoría de la gente seguía conmigo, y esto quedó claro muchas veces a lo largo de los meses y años siguientes.

Como un año después del último encuentro de la segunda serie de visitas de Arten y Pursah, dirigía un taller intensivo en el Instituto Omega de Rhinebeck, Nueva York. Un gran tipo llamado Joe, veterano de Vietnam, me dijo que el libro La desaparición del universo (o D. U., como lo llaman con cariño muchos lectores) lo había llevado a Un curso de milagros. Gracias a D. U, Joe fue capaz de entender y de aplicar las enseñanzas del Curso en su vida. Esto, a su vez, le permitió perdonar las cosas horribles que había visto en Vietnam. También puso fin a las dos décadas de pesadillas que las siguieron. Joe dijo que quería compartir el libro con otros veteranos de Vietnam. En ese instante, la respuesta a la pregunta de Arten y Pursah quedó muy clara: «Sí, por supuesto que quiero continuar con este trabajo. ¿Qué más podría pedir?».

Transcurridos unos pocos meses, después de lidiar con los intentos de ataque de otros maestros , me encontraba en la sala de estar de mi apartamento en Auburn, Maine. Era el 21 de diciembre de 2006 y tenía una idea clara de lo que estaba a punto de ocurrir. Mientras se resolvía una crisis personal en mi vida y otra estaba a punto de empezar, yo ya anticipaba la visita de mis amigos. Los maestros ascendidos habían dicho que era decisión mía que ellos volvieran a aparecerse ante mí. Ellos querían que fuera mi responsabilidad. Me habían enseñado a estar en el lado de la causa y no del efecto, y esperaban que viviera las situaciones y que nunca volviera a ser víctima del mundo. En esta ocasión, la elección era mía y yo sabía que ellos se presentarían si yo quería que lo hiciesen. No tuve ocasión de sentirme decepcionado. De repente, Arten y Pursah aparecieron ante mí en su sofá favorito, que pronto perdería como consecuencia de mi divorcio, aunque poco después mi ex esposa me lo devolvió.

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