Helen Schucman y Bill Thetford tenían oficinas adyacentes dentro de un área cerrada más amplia, y me sentaron en la oficina de Bill mientras él se iba a la de Helen. Helen me entregó sus dos secciones favoritas—“Pues Ellos han llegado” y “Elige de nuevo”—las cuales fueron de ese modo mi introducción a Un curso de milagros. Leí ávidamente, y apenas podía creer lo que estaba leyendo. Amante de Shakespeare por mucho tiempo, estas secciones extremadamente poéticas eran para mí igual de hermosas que cualquier otra cosa que el bardo hubiese escrito, y, sin embargo, recuerdo haber exclamado ante Helen y Bill que a diferencia de Shakespeare, estas palabras contenían un profundo mensaje espiritual. No podía imaginar una más sublime integración de forma y contenido, la cual igualaba en mi mente la perfección del Cuarteto en do sostenido menor de Beethoven.
Mi memoria de la secuencia exacta de los acontecimientos es confusa, pero al comenzar a leer el texto desde el principio reconocí rápidamente que el Curso era la más perfecta fusión de psicología y espiritualidad que jamás había visto. Y estoy seguro de que no me llevó mucho tiempo darme cuenta de que Un curso de milagros era la obra de mi vida, de que Helen y Bill eran mi familia espiritual, y de que no iba a ser monje sino que en lugar de eso me quedaría con ellos en Nueva York.
Durante este período, el cual parecía tener una vida propia, y el cual se extendió de la visita original de cuatro semanas a diez semanas, yo estaba dividiendo la mayor parte de mi tiempo para estar con Helen y Bill—juntos o individualmente—y con mis padres. Estos últimos comprensiblemente sentían considerable incomodidad y preocupación por su “buen hijo judío” quien se había pasado al “bando enemigo”, y quien además, según ellos, había sido secuestrado por un grupo de monjes muy sospechosos. Además viajé un poco para ver a muchos amigos, incluso hice un viaje a la Abadía de Getsemaní.
La nueva familia
Así pues, pasaba bastante tiempo con mi “nueva familia”, examinando el curso completo de mi vida, a veces en gran detalle. Helen y Bill parecían felices de escucharme, y obviamente era importante para mí compartir con ellos quién era yo, al menos quién creía ser. Además, Helen y yo comenzamos a pasar bastante tiempo juntos, y estaba claro que se había descubierto un verdadero nexo entre nosotros. También pasaba tiempo solo con Bill, y sentía una cercanía con él. Considerándolo todo, yo estaba algo sorprendido con la apertura de Helen y Bill para compartir conmigo sus dificultades con el Curso, y el estado general de infelicidad de sus vidas, sin mencionar el de uno con el otro.
Así pues, el período de luna de miel no duró mucho para mí, a medida que el otro aspecto de las vidas de Helen y Bill se hacía— dolorosamente al principio—bastante claro. Helen y Bill eran personas mucho más complejas de lo que me habían parecido originalmente. Mis reacciones iniciales hacia ellos ciertamente no eran desacertadas, simplemente
incompletas. El amor que yo sentía por Helen y Bill, su dedicación a Dios y a Un curso de milagros que yo reconocí desde el principio, jamás disminuyó en mi mente. Pero otra dimensión en ellos comenzó a alborear lentamente en mi conciencia, la cual yo intentaba sofocar por un tiempo. Había allí dos personas bondadosas e inteligentes, nada menos que psicólogos clínicos, con quienes yo era capaz de platicar abiertamente de mi relación con Dios y con Jesús, y encontrar total comprensión. Es más, ellos eran, después de todo, las dos personas responsables de este extraordinario libro que yo comenzaba a ver como el punto central de mi vida: la culminación de mi viaje pasado, y el cimiento para el resto de mi tiempo aquí.
Kenneth Wapnick escribió muchos libros relacionados con Un Curso de Milagros, entre ellos:
Una introducción a Un Curso de Milagros
Una introducción al pilar del Curso, el sistema de pensamiento del Espíritu Santo en contraposición al sistema de pensamiento del ego.
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Si no fuera por Kenneth Wapnick el curso se habría distorsionado mucho.
En lo personal Ken Wapnick me ha acompañado en estos dos años como estudiante de un Curso. Sus palabras dan testimonio del Amor.