Dicho llanamente, el propósito de la psicoterapia es eliminar los obstáculos a la verdad. Su finalidad es ayudar al paciente a abandonar su sistema fijo de creencias ilusorias, y a empezar a reconsiderar la falsa relación de causa y efecto sobre la que descansa dicho sistema. Nadie en este mundo se escapa del miedo, pero todo el mundo puede reconsiderar sus causas y aprender a evaluarlas correctamente. 4Dios ha dado a todos un Maestro Cuya sabiduría y ayuda sobrepasa ampliamente cualquier aportación que un terapeuta terrenal pueda ofrecer. No obstante, hay momentos y situaciones en las que una relación terrenal paciente-terapeuta se convierte en la manera a través de la cual Él ofrece a ambos Sus más preciados regalos.
¿Qué mejor propósito podría tener una relación que el de invitar al Espíritu Santo a formar parte de ella y otorgar Su magno regalo de regocijo? ¿Qué meta más elevada puede haber para cualquiera que aprender a invocar a Dios y oír Su Respuesta? ¿Y qué objetivo más trascendente que el de evocar el Camino, la Verdad y la Vida, y recordar a Dios? Contribuir a que esto tenga lugar es el auténtico propósito de la psicoterapia. ¿Podría haber algo más santo? Pues la psicoterapia, si se entiende correctamente, enseña lo que es el perdón, y ayuda al paciente a reconocerlo y a aceptarlo. Y en su curación, el terapeuta es perdonado junto con él.
Todo aquél que necesita ayuda, sin importar la forma de su desasosiego, se está atacando a sí mismo y, consecuentemente, su paz interior sufre. Estas tendencias a menudo se describen como “autodestructivas” y, con frecuencia, el mismo paciente las considera así. De lo que no se da cuenta, y necesita aprender, es que ese “yo” que puede atacar y que también puede ser atacado, es un concepto que él mismo inventó. Aun más, lo atesora, lo defiende, y en ocasiones incluso está dispuesto a “sacrificar” su “vida” por él. Pues lo considera su propio ser. Y ve a ese “yo” a merced de otros, reaccionando a fuerzas externas tal como éstas exigen, e indefenso ante el poderío del mundo.
La psicoterapia, entonces, debe restablecer en su conciencia la capacidad de poder tomar sus propias decisiones. Debe llegar a estar dispuesto a invertir su manera de pensar y a entender que aquello que él creyó que proyectaba sus efectos sobre él fue causado por sus propias proyecciones sobre el mundo. Por ende, el mundo que ve no existe. Hasta que no acepte esto, al menos en parte, el paciente no podrá considerarse a sí mismo como verdaderamente capaz de tomar decisiones. 5Y luchará contra su libertad al creer que es su esclavitud.
El paciente no necesita creer que Dios es la verdad para avanzar en el camino de la salvación. Pero debe comenzar a distinguir la verdad de la ilusión reconociendo que no son lo mismo, así como a estar paulatinamente más dispuesto a ver las ilusiones como algo falso y a aceptar que la verdad es verdad. A partir de ahí, su Maestro lo llevará tan lejos como él esté dispuesto a ir. La psicoterapia tan sólo puede ahorrarle tiempo. El Espíritu Santo utiliza el tiempo como lo estima más conveniente, y nunca se equivoca. La psicoterapia bajo Su dirección, es uno de los medios que emplea para ahorrar tiempo y para preparar maestros adicionales para Su obra. La ayuda que Él comienza y dirige es ilimitada. Sea cual sea la ruta que el Espíritu Santo elija, toda psicoterapia conduce finalmente a Dios. Mas esta decisión se le deja a Él. Todos somos Sus psicoterapeutas, pues quiere que todos seamos sanados en Él.
Exraído del Anexo de Un Curso de Milagros
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