Por Enric Corbera
El mundo está en un proceso de cambio que abarca todos los ámbitos de la Ciencia y la religión, los baluartes de nuestra sociedad. Se cuestionan verdades hasta ahora dogmatizadas, hay una floreciente apertura mental que no está vinculada con el nivel cultural de la persona. Vivo esto en carne propia y es para mí una experiencia única. Tal vez es la primera vez en la historia que tantos están tan unidos en un único propósito: Esto no puede seguir así, tiene que haber otra manera. No se trata de quemarlo todo, ni de destruir nada, se trata de transformarse, de cambiar la forma de ver y entender la vida. Hay que cambiar nuestra forma de abordar el estudio de cualquier ciencia, y sobre todo la forma de entender la espiritualidad.
Nuestros corazones alimentan a nuestras mentes en esta unidad tan cacareada, pero tan poco aplicada. Vemos un mundo que se autodestruye, los valores se tambalean, la sociedad está en crisis. Esta es la gran oportunidad que todos tenemos para hacer que las cosas sean diferentes, que todo esté más en armonía, que nadie pierda y todos ganen.
En la película Matrix queda muy claramente expuesto que vivimos en un programa y que creemos que este es real. Al protagonista se le pone en el dilema de despertar o seguir durmiendo, y esto se representa en la toma de unas pastillas de distinto color. El protagonista escoge estar despierto y ahí empieza a desarrollarse el argumento.
Podemos trasladar esta analogía a nuestras vidas y empezar a comprender que en realidad somos mucho menos libres de lo que pensamos. Decimos cosas como: «¿Qué quieres que te diga si he nacido así». Para mí, esta es una frase premonitoria, e indica, en gran medida, que somos un programa y que en principio no podemos hacer nada para cambiarlo.
Mi experiencia de varios años de estudiar y desarrollar el árbol genealógico me ha hecho tomar conciencia de que vivimos una vida programada, y hoy sé que estos programas nos vienen impuestos por muchas vías, y todas estas vías forman una especie de pack o «gran programa». En este gran programa se relacionan los programas de todos aquellos con los que interacciono en mi vida.
En mi libro La visión cuántica del transgeneracional, que escribí junto a mi colaboradora Rosa Rubio, desarrollamos la manera de encontrar los programas, y cuánto más fácil es encontrarlos si tenemos una mente y un pensamiento cuánticos. En este libro desarrollo ambos conceptos, pero la premisa para tener un pensamiento y una mente cuánticos es decidir «cómo quieres observar el mundo que te rodea».
Puedes verlo desde una mente dual, una mente que busca afuera, en el exterior, las causas de los efectos que se manifiestan en su vida. Una mente que cree en la mala y en la buena fortuna, que cree en la casualidad, en el azar, una mente determinista, newtoniana, donde el observador no afecta lo observado.
O bien puedes verlo desde una mente holística, integral, cuántica. Desde una mente que comprende que las causas de los efectos que se manifiestan en la vida externa están en su interior, y que él o ella es responsable de las decisiones que toma y que provocarán esos efectos visibles. Una mente que cree que todo tiene una razón de ser, un para qué. Una mente que toma conciencia de que vive unos programas que se hallan en su inconsciente, que el mundo es la pantalla para que pueda verlos, y que además toma conciencia de que lo que ve muchas veces se muestra de una forma complementaria, lo que se denomina una imagen especular. Este concepto tiene que ver con el efecto espejo: como es sabido, cuando te miras en el espejo no te ves como te ven los demás. Esta mente comprende que su forma de ver y entender el mundo afectará a su mente emocional y le permitirá cambiar creencias y valores.
Por todo ello, este libro pretende hacernos conscientes de la responsabilidad que tenemos para con nuestras vidas y las de aquellos que nos rodean.
Lo diré una vez más: «Soy consciente de que vivimos una vida programada y hoy sé que estos programas nos vienen impuestos por muchas vías y que todas estas vías forman como una especie de pack o «gran programa». En este gran programa se relacionan programas de todos aquellos con los que interaccionamos en nuestras vidas.
Este gran programa está formado por los programas de nuestros ancestros, por los programas que heredamos de nuestra madre en el momento de la concepción y durante la gestación, por los programas de nuestro inconsciente familiar y los programas de nuestro inconsciente colectivo, como, por ejemplo, los del país donde nacemos.
Lo que nos hace diferentes son los programas de nuestra alma o espíritu. A este programa le voy a llamar el programa original, haciendo una similitud con el «pecado original». Si leemos las Escrituras, nos daremos cuenta de que todos nacemos con este pecado original, que vendría a ser como un programa.
Desde que nacemos, mejor dicho, desde el momento de nuestra concepción, estamos sujetos a un bombardeo constante de información —estímulos sensoriales— que hacen que nuestro cerebro se desarrolle mediante una serie de conexiones neuronales. Estas conexiones recrean un mapa neuronal que nos permite adaptarnos al entorno.
Preguntarme por qué esto es así me ha llevado a cuestionarme todos los acontecimientos de mi vida y ver que hay una sucesión de programas que se liberan de forma continua, y que estos deben manifestarse, complementarse, con los de otras personas.
A esto podríamos llamarle «destino», «karma», «la cruz que Dios me ha enviado», etcétera. Yo prefiero llamarle información a procesar. Es la información que procesamos en nuestra vida mediante las interacciones con todas las personas y los acontecimientos que vivimos.
El hecho de tener que procesar esta información no quiere decir que no podamos liberarnos de ella; es más, pienso y creo que esta es la finalidad: vivir el programa para poder liberarlo y así liberar también programas afines. Podemos llamar a esto «despertar», tomar conciencia de que en realidad nuestra vida ha estado condicionada por estos programas heredados no para sufrirlos, sino para liberarlos.
La pregunta que martillea nuestra mente es: ¿Lo que vemos es la realidad o son simplemente las proyecciones de nuestros mapas mentales? ¿Qué es lo que vemos, percibimos, sentimos y llamamos realidad?
Los neurólogos nos hablan de la plasticidad neuronal, la capacidad de las neuronas para crear constantemente nuevas conexiones, y de cómo, mediante estos cambios, nuestro cerebro se va adaptando a un nuevo conocimiento, a una nueva manera de ver y entender el mundo que nos rodea. Dicho de otra manera, mi capacidad de cambiar mis percepciones —mi realidad— me permite vivir de otra manera.
El aprendizaje es fundamental en el desarrollo del cerebro, pero no es menor la importancia del desaprendizaje. Sin este, nuestra capacidad de adaptación moriría con nosotros y la evolución misma no existiría.
Quiero resaltar la importancia de desaprender y hacer conscientes a las personas interesadas en cambiar sus vidas de que potenciar el desaprendizaje nos permitirá vivir mejor y, sobre todo, alcanzar un estado muy elevado de salud física y mental.
Una de las causas de mayor malestar y alimento de la enfermedad es la inflexibilidad, la rigidez que impide cambiar nuestras creencias y nuestros sistemas de valores. Es la poca flexibilidad a la hora de cuestionarnos a nosotros mismos, es creer que lo que percibimos es lo que percibimos y que esta percepción en sí misma es la verdad.
Nuestra jerarquía de valores no es cuestionable y, si estos se ven confrontados con otra jerarquía de valores, tengo que defenderlos atacando la posición del otro. Aquí, en esta lucha de valores, reside el caldo de cultivo de nuestros malestares, de nuestro victimismo, de nuestras sinrazones. Nuestras enfermedades se empiezan a crear a partir de las interpretaciones que damos al mundo que nos rodea.
Varios neurólogos eminentes ya han demostrado que el factor de cambio es el ambiente, y la interpretación que hacemos de él genera una serie de sustancias biológicas que influyen directamente en nuestras funciones corporales, produciendo modificaciones que muchas veces conllevan síntomas, y en el peor de los casos la tan temida enfermedad.
¿Cuál es el origen de las creencias? La respuesta a esta pregunta determinará mi percepción de la realidad en este mismo momento.
Una posible respuesta sería: nuestros padres, nuestra sociedad, etcétera. No le faltaría razón a la persona que diera esta respuesta.
Otra respuesta posible sería: heredo información de mis ancestros; esta información conforma mis creencias inconscientes y más tarde, a lo largo de mi vida, se expresará en circunstancias, en las relaciones interpersonales y, sobre todo, en las relaciones intrapersonales.
Como vemos, en ambas respuestas el libre albedrío queda severamente cuestionado. Mi vida es la expresión de unas creencias frente a un entorno que puede estimularlas o reprimirlas, produciendo un efecto fisiológico, alterando mi bienestar y mi calidad de vida.
La Ciencia ya ha demostrado que heredamos los programas de nuestros ancestros, sus sufrimientos, sus traumas, sus formas de entender la vida; dicho de otro modo, sus creencias. La Ciencia nos habla del radical metil (-CH3) como soporte biológico de esta información. Sea como fuere, lo importante es saber que de alguna manera nacemos programados, o quizás sería mejor decir preprogramados. Esto está perfectamente explicado en nuestro estudio sobre epigenética conductual.
Como decía, en mis conferencias hago mucho hincapié en la película Matrix. Por eso propongo al lector en particular, y a la sociedad en general, la misma elección que se retrata en esta película: «por un lado, podemos creer que somos como nos han engendrado, con unos genes inamovibles, que todo ya está predicho, que no se puede cambiar si no es a través de ajustes externos a nosotros, que somos como una máquina y que por mucho que queramos somos como somos». O bien podemos «creer que llevamos unos programas incorporados, sustentados en nuestros genes, y que nosotros somos capaces de modificar esa información tomando conciencia de nuestra realidad».
Podemos tomar conciencia de que nuestras percepciones nos permiten cambiar nuestras creencias o, mejor dicho, deshacerlas mediante un desaprendizaje. Lo primero que nos demuestra esta toma de conciencia es que vivimos la realidad que queremos vivir y que, cambiando solamente algunos de nuestros pensamientos —si cuestionamos lo que vemos, si somos capaces de reaprender—, entonces podremos cambiar nuestra realidad, y nuestro cuerpo lo reflejará como un estado de salud física y mental.
La Bioneuroemoción viene a proponer un cambio de paradigma basado en una visión holística, cuántica, de la realidad. La evolución del método de sanar el cuerpo sanando las emociones nos ha llevado a las puertas de la metafísica. Ya no nos es posible entender la sanación del cuerpo si no es a través de la sanación de la mente; ni sin entender que todo está unido, que la parte contiene al Todo y que este contiene a la parte. Ya no nos es posible entender la salud, la calidad de vida, el bienestar social sin la responsabilidad inherente que todos tenemos como individuos inmersos en un mar de consciencia, en un mar de información que nos retroalimenta en la misma medida que despertamos y tomamos consciencia de quiénes somos y adónde vamos.
La Bioneuroemoción trabaja un aspecto importante, al que podríamos llamar psicología cuántica, que nos propone adentrarnos en la metafísica de las emociones, en cómo estas pueden modificar nuestra realidad si dejamos que cambien nuestras percepciones, la manera de ver y entender los acontecimientos que nos rodean. Se trata de comprender que las relaciones que mantenemos con el entorno y con la gente son la proyección de estos programas inconscientes, y que al hacerlos conscientes podemos recuperar al menos una parte más o menos importante de nuestro libre albedrío.
Desaprender es el camino, desaprender programas inconscientes y heredados que proyectamos en el mundo como si este fuera una pantalla donde poder verlos e interpretarlos. Y darnos cuenta de que, si los cambiamos, cambiaremos nuestras percepciones y nuestra realidad. Esta es una magnífica manera de conocernos a nosotros mismos, es una magnífica manera de hacer consciente el inconsciente, es una magnífica manera de comunicarnos con nosotros mismos.
La otra manera de hacernos conscientes de nosotros mismos, de comunicarnos, de saber de nosotros es a través de nuestra corporalidad, de nuestro cuerpo. El cuerpo es una estupenda herramienta de comunicación con nosotros mismos. A través de sus síntomas, aprendiendo a interpretarlos gracias a la biología, podemos encontrar las emociones ocultas que alimentan las creencias que nos hacen sufrir. Los síntomas nos permiten descubrir las causas emocionales que producen nuestros males corporales y mentales.
Nuestro inconsciente, nuestros programas heredados, se manifiestan en nuestras relaciones interpersonales y en nuestras relaciones intrapersonales. Dicho de otra manera, en la comunicación que tenemos con los demás y con nosotros mismos. La Ciencia nos ha enseñado que cuando escogemos algo conscientemente, el inconsciente ya lo ha escogido antes. La Ciencia puede saber, desde unos milisegundos a unos segundos antes, qué elección vamos a realizar.
El Arte de Desaprender en BNE nos propone utilizar este conocimiento para cambiar nuestras vidas, lo que a su vez permitirá que otras personas puedan cambiar las suyas de una manera plenamente consciente. Se trata de salir del victimismo determinista, de la creencia de que el cambio de nuestra vida depende solamente de factores externos. Hemos de tomar conciencia de que, de alguna manera, somos los hacedores y no meros observadores de los acontecimientos externos.
El objetivo principal de este libro y del método que desarrollo en él es encontrar el camino que nos llevará a desaprender estos programas tan bien aprendidos y darnos la opción de crear un vacío en nuestro «campo cuántico», poner una nueva semilla llena de conciencia para reaprender lo que esta desarrolle. Esta semilla me permitirá vivir «una nueva vida», una línea espaciotemporal paralela a mi vida anterior, una línea plena de consciencia. En definitiva, una vida más despierta.
Aquí expongo las teorías científicas que sustentan este método, la visión cuántica de las mismas, la comprensión de que el tiempo es holográfico, y también la manera de detectar —por medio del estudio del árbol genealógico y sus implicaciones— esos programas que condicionan nuestra vida y hacen que vivamos como si fuéramos robots.
De todo ello se deriva que con el método de El Arte de Desaprender encontramos esa comprensión tan necesaria para poder alcanzar el estado de paz interior que nos permita liberarnos de aspectos y creencias tóxicas que contaminan nuestra mente y nuestra vida.
Con esta comprensión, que se podría comparar con la compasión, alcanzo un estado de salud emocional. Ya no juego al juego de la culpabilidad ni al victimismo; acepto, integro y suelto. Acepto lo que hay y lo que veo, integro el nuevo aprendizaje y suelto lo viejo, lo tóxico, mis antiguos valores, y me renuevo. En esta renovación está mi reaprendizaje, fruto del desaprendizaje previo.
Que lo disfrute, amigo lector.
Introducción extraído dal libro:
El arte de desaprender
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